Francisco Salinas Lemus*.
Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile.
frsalina@uc.cl
Multitud: guerra y democracia en la era del imperio.
(2001, Debate, España)
Michael Hardt y Antonio Negri.
Recibido 5 septiembre – Aceptado 30 octubre
Multitud es una obra vigente y teóricamente muy significativa. Es la tentativa de un literato y un filósofo político por describir el panorama social actual, dar cuenta desde una sensibilidad de izquierda de las posibilidades de resistencia y desarrollar así una teoría sobre el nuevo sujeto posmoderno y los modos y razones por las que podría ejecutar un cambio social significativo.
No es menor decir que Hardt y Negri intentan actualizar el pensamiento marxista a esta sociedad contemporánea con tantas semánticas asociadas: sociedad-red, sociedad del conocimiento y la información, mundo globalizado, sociedad post-industrial, etc. El contexto cambia cualitativamente pero ellos ven cómo las luchas contra el Capital y sus secuaces siguen vigentes, sólo que cambian sus formas, las cuales se complejizan.
¿Cuál es el núcleo del cuadro que presentan estos autores? Básicamente se trata el tema de la primacía del trabajo inmaterial, “el trabajo que produce bienes inmateriales tales como información, conocimientos, ideas, imágenes, relaciones y efectos” (92-93). El trabajo inmaterial toma el centro de la productividad y con ello también transforma los modos en que se estructura la producción material, la cual se hace dependiente del primero. Pero lo interesante es que este trabajo inmaterial no se contenta con los límites estrechos de la esfera económica, la trasciende, es biopolítico debido a su orientación hacia la creación de las formas de vida social. El trabajo inmaterial suele asociarse con cuestiones tales como la flexibilidad laboral, la inseguridad, etc.
Me parece que esta concepción biopolítica del trabajo inmaterial tiene cierta homología formal con la “unidimensionalidad” que Marcuse le atribuía a la razón instrumental. Lo común es cierta noción de ubicuidad la cual se ve en los trabajos de Marcuse en relación al cálculo racional y que en Hardt y Negri se manifestaría justamente en el ámbito del trabajo inmaterial. Se trata de un no respetar fronteras, de rebasar el mercado para llegar a espacios como el de la política, la ciencia y la conciencia. Pero claro que, la hegemonía absoluta de la racionalidad lleva a una pérdida de libertad, cosa que no tiene una salida convincente en el análisis de Marcuse. Por su parte, en la estructuración social del trabajo inmaterial sí parece haber cierta luz.
Lo anterior está dado por dos consecuencias prácticas del contexto en que se impone el trabajo inmaterial: i) es un agente productor de subjetividades y ii) tiende a funcionar en base a redes de comunicación. Sociológicamente esto tiene dos implicancias: la producción de subjetivación se relaciona con la aparición de identidades diversas, que articulan un ámbito de diferenciación y pluralidad, a su vez, desde la perspectiva de los autores, el funcionamiento en red convergería con una predisposición hacia la comunidad y la comunalidad. Justamente estas dos dimensiones son las que caracterizan a la multitud, gran categoría que forjaría una unidad de estas diferencias.
¿Y qué busca esta multitud? De acuerdo a los autores, esta aboga por la democracia y la lucha contra la pobreza y la miseria. En su devenir diferenciado se manifiesta como una unidad que en distintos lugares del globo se reconocen en su conflicto contra un imperio que lleva a la guerra y la desigualdad.
El capital global se sustenta en la alianza entre política (estado) y economía, la cual se esconde tras la máscara de una economía autorregulada. Pero la verdad para los autores es que tras lo monetario hay una estructura de control estatal: “La fuerza militar debe garantizar las condiciones de funcionamiento del mercado mundial” [1] (210). Pero es paradójica esta primacía de las milicias estatales cuando la sociedad tiende a converger hacia lo global, límite del estado nación que no puede acceder más allá de sus fronteras sin establecer más guerras. Las jurisdicciones locales se pierden en la difusividad global y el sistema se vuelve corrupto. Al viciarse el status quo, cabe luchar contra este capitalismo global en decadencia desde las armas de la multitud.
La multitud es en cierto sentido una comunión de autonomías en enfrentamiento contra el status quo sangriento del capital global: “El concepto de multitud desafía esa verdad aceptada de la soberanía. La multitud aunque siga siendo múltiple e internamente diferente, es capaz de actuar en común y, por lo tanto, de regirse a sí misma” (128).
De alguna manera la noción misma de multitud se sustenta en un concepto límite que es esencialmente inverso al clásico marxista. Si la noción proyectiva de la acción en Marx era la sociedad comunista sin clases, vale decir, aquella sin distinciones socioeconómicas, la de Hardt y Negri es una sociedad donde se exacerban y permiten todas las diferencias de la multitud (sexuales, de género, raza, etc.). Pero este ideal de la diferenciación no se conformaría con una mera aceptación de las diferentes identidades en boga en las sociedades contemporáneas, esto va más allá, pues su pleno logro sólo se lograría por una radical transformación del mundo. Por lo tanto, el fundamento para el cambio es francamente opuesto al de un marxismo ortodoxo, pero su medio es el mismo: es necesaria una revolución para lograr esta nueva sociedad. Cada sujeto de la multitud quiere expresar su diferencia en este “otro” mundo, en el proceso por lograr esto se reconoce con las otredades que componen la multitud y ve la semejanza de sus causas con la de los demás.
Es interesante resaltar que para los autores existe algo “común” a la multitud, elemento que va más allá de un enemigo conjunto; esto común tiene que ver con el reconocimiento de la otredad constituyente a su forma. Pero no se trata sólo del anhelo común por cambiar el mundo, también tiene que ver con el reconocimiento de la acción común, de las formas de vida que devienen en común. Así las fuerzas movilizadas “comparten prácticas comunes, lenguajes, conductas, hábitos, formas de vida y anhelos de un futuro común” (253). Hay una comprensión del modo de combatir del otro, las revueltas se articulan a las luchas de otros y generan nuevos ciclos de lucha. La lucha acontece en el plano de una red distribuida, sin centro, en que de alguna forma las singularidades logran comunicarse entre sí de un modo tendencialmente simétrico.
¿Y cómo se llega a esta lucha que toma forma de un retículo distribuido? Los autores establecen una genealogía de la resistencia basada en tres principios rectores: (i) un aprovechamiento de las oportunidades históricas, (ii) el hecho de que en cada época el principio de resistencia se corresponde con los modos de producción económica y social hegemónicos y (iii) una evolución del corregir las cualidades no democráticas de las formas de resistencia anteriores. Así, ven los autores de un paso de las grandes revoluciones partidistas, a la articulación de guerrillas y la conformación de luchas en red. Lo interesante es cómo estas últimas se correlacionan en mayor medida con la noción de multitud y van dejando de ver la organización como un medio para la revolución y tienden a forjarse como fines en sí mismas. La autonomía se vuelve el pilar y hay una tendencia a alejarse de toda especie de jerarquía y centralismo.
¿Qué consideración final puede hacerse entonces sobre el concepto de multitud? ¿Cuáles son los límites y aportes de esta visión al debate crítico-revolucionario?
Por una parte, pareciese que hay un fuerte problema en el sentido de la “toma de conciencia” de ser parte de la multitud. Lo común parece muy difuso, mucho más que la antigua concepción de clases, ¿es posible que sólo por una formalidad homogénea en el modo de vivir y luchar me reconozca con un otro que puede tener objetivos y fines totalmente distintos al mío? La equivalencia parece ser formal, pero los contenidos divergentes. Me parece que este principio es limitado, el thelos no es compartido y, por lo tanto, en las movilizaciones concretas se puede incluso caer en conflictos entre los propios activistas. Esta base común tiene un nivel de abstracción tan alto que es poco probable que se llegue a tomar conciencia de ella en un plano extraacadémico. También parece conflictiva la conformación de una verdadera multitud cuando en la sociedad contemporánea se pueden ver grandes polos de conformidad sistémica entre varios grupos sociales que se muestran indiferentes a la lucha y legitiman el status quo.
A pesar de lo anterior, me parece que la visión general que tienen los autores sobre las luchas de resistencia es acertadísima. La antigua centralidad de los combates es reemplazada por causas cada vez más autónomas y divergentes. Es importante tener conciencia de la centralidad que tiene la subjetividad en la producción antagónica y, además, notar que esta colectividad parece orientarse en cierta medida a la reivindicaciones de tipo democrático. Sólo por expresar sucesos recientes: en Mayo del 2011, miles de personas se lanzaron a las calles de México a reclamar contra la violencia del Estado, un día después, en Chile se lanzaron 15.000 personas a la vía pública para manifestarse en contra de un megaproyecto hidroeléctrico que tendrá un grave efecto sobre el medioambiente y en el cual no se respetó la clara oposición ciudadana, siendo sólo el preámbulo a un gigantesco proceso de movilizaciones estudiantiles que se dieron por todo un año, mientras en España el movimiento de los indignados mostraba el descontento en su versión europea. Durante los años siguientes, muchos de estos movimientos (y otros nuevos que se han agregado) han tenido una escalada de manifestaciones.
La subjetividad parece articularse con causas que parecen justas en momentos determinados, ¿pero es esto suficiente para tomar una conciencia revolucionaria conjunta? Me parece que esto aún está en debate, quizás parezca que la multitud no puede considerarse una respuesta definitiva, no obstante, es un importante avance en este respecto. Dicho esto, los invito a revisar la obra de Hardt y Negri como trabajo en donde podrán encontrar muchos insumos para discutir y comprender qué es lo que está sucediendo en nuestro presente.
Muy buena reseña, en terminos de Relaciones Internacionales cuestiona el papel central del Estado y aboga por el papel protagonico del individuo en interacción con las masas.