Marx José Gómez Liendo
[Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, San Antonio de los Altos, Venezuela]
mjgomezliendo@gmail.com
Miguel Ángel Contreras Natera
[Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, San Antonio de los Altos, Venezuela]
miguelangel.contrerasnatera@gmail.com
La pandemia de la COVID-19 ha posibilitado que un conjunto de efectos catalíticos con raíces profundas en la crisis ecológica, civilizacional y social, transformen radicalmente el paisaje de las ciudades, la vida cotidiana y las formas de sociabilidad en la sociedad tecnológica, hasta alcanzar los marcos categoriales desde donde pensamos y representamos al mundo. Esta irrupción catastrófica del nuevo coronavirus, por utilizar una expresión de René Thom en su “Teoría de las catástrofes”, evidencia la persistencia de una facticidad epocal incuestionable, el hecho de encontrarnos ante una singularidad epocal marcada por la globalización de las enfermedades infecciosas. Esta trágica situación interpela críticamente los lenguajes científicos, éticos y estéticos del euroccidentalismo al destruir las certezas que le conferían significados claros y precisos a la idea de universalidad en la modernidad. De un modo tópico, el mundo antes y durante la pandemia asiste a una serie de reconfiguraciones sustanciales en el ámbito geopolítico, económico, social, ecológico, epistémico y ontológico. Las reveladoras paradojas del cambio sistémico apuntan a la intensificación de la incertidumbre epistémica, cuestión que conduce a las apremiantes búsquedas de gramáticas en el ámbito de las ciencias sociales que se correspondan con las urgencias y demandas de los nuevos arreglos enunciativos. Tener presente esto es crucial para hacer inteligible colectivamente los acuciantes y dramáticos desafíos que tenemos en las ciencias sociales críticas ante un momento histórico y social como este. Estamos en una situación laberíntica y confusa que precisa de un activo compromiso de imaginación sociológica desde el trípode de la deconstrucción, la historización y la crítica.
A nivel geopolítico, las tendencias apuntan a una reorientalización de la economía mundial y por consiguiente a la profundización del kairós transformacional en curso desde hace décadas en el sistema mundial. La primera tendencia está marcada por un desplazamiento hegemónico del centro de poder del eje Atlántico Norte hacia el eje Asia Pacífico, mientras que la segunda evoca un momento transicional hacia otros modos de ser dentro de horizontes pluriversales de sentido y significación. En términos económicos, nos encontramos en un interregnum signado por el deslizamiento progresivo de una economía centrada en los combustibles fósiles que no desaparece, hacia la emergencia de una economía digital soportada en la extracción y procesamiento de litio y silicio. Entre esos dos escenarios contradictorios y conflictivos se tensan la competitividad corporativa con sus urgencias económicas, militares y políticas, y sus políticas de innovación científico-técnica como correlato práctico. Ciertamente, la división global de naturalezas como sustrato material de la división internacional del trabajo seguirán configurando los perfiles de las geografías de la desposesión con sus concomitantes asimetrías estructurales.
En el ámbito social, las desigualdades previamente existentes consolidan un mundo de caos y violencia estructural que se cruza contradictoriamente con las nuevas formas de amurallamientos de los invernaderos de confort. En cierto modo, la pandemia ha fortalecido una cartografía de la cuestión social signada por el carácter sistémico de la muerte, la exclusión y la precarización que se teje con la emergencia de los nuevos modos de acumulación de capital. Principalmente, las políticas de confinamiento sanitario han visibilizado, entre otros tópicos, las formas culturales del patriarcado dado el incremento en el número de femicidios. Este fatal dato encubre formas globales de la violencia estructural que se oblitera reiteradamente en los medios y las redes de la globalización financiera y económica. Pero, también, esta fenomenología de la cuestión social incluye dramáticamente el trafico de personas y los desplazamientos forzados como consecuencias de guerras no-declaradas del capital. De este modo, la pobreza, la desnutrición y la exclusión se convierten en el rostro de Jano de la competitividad sistémica con sus fallidas promesas de redención. Ello ha propiciado que la palabra pandemia sea empleada como un recurso no-tan-metafórico para ilustrar la simultaneidad de procesos mortales en nuestro presente. Para las personas y grupos vulnerables, la normalidad es el problema. Cabe señalar, que el neoliberalismo con su utopía darwiniana sigue figurando como la idea de totalidad bajo la forma de orden sensible del capital, a través de la exclusión de otras expectativas de vida y experiencias sociales del universo simbólico dominante. Pese a ello, la razón neoliberal está siendo cuestionada crecientemente por una heterogeneidad de actores colectivos cuyas praxis posibilitan opciones de futuros posliberales ante la imbricación de múltiples opresiones y vejaciones.
A nivel ecológico, el planeta se encuentra en una situación de alta conflictividad debido a problemas como la extracción de minerales estratégicos a gran escala, el cambio climático, la acidificación de los océanos, la pérdida de biodiversidad y el cercamiento de bienes comunes, por nombrar algunos. Desde una perspectiva de larga duración, la raíz de muchos problemas ambientales actuales y no tan actuales está en la articulación de los procesos de acumulación de capital, la producción de naturaleza y la búsqueda del poder en una totalidad histórico-mundial descrita por Jason Moore como la ecología-mundo capitalista.
Finalmente, los ámbitos epistémicos y ontológicos de las reconfiguraciones que estamos presenciando son los más difíciles de percibir, pero, al mismo tiempo, los más medulares en tanto y en cuanto nuestro mundo es un producto histórico de modos dominantes de ser, hacer, sentir, pensar y vivir. Como señaló con precisión Carolyn Merchant, el efecto de largo alcance que tuvo la revolución científica fue lo que ella llama la muerte de la naturaleza, es decir, la transformación de una visión orgánica sobre la misma hacia una concepción mecanicista donde la naturaleza puede ser manipulada a voluntad. En términos onto-epistémicos, los muros del laberinto donde nos encontramos han sido edificados desde hace tiempo. La racionalidad que diseñó ese dédalo está, también, en una profunda crisis definida en su momento por Val Plumwood como una crisis ecológica de la razón. Los dualismos que fundan la ontología moderna y su epistemología de separación de campos requieren ser confrontadas explícitamente desde perspectivas relacionales, transdisciplinares y más que humanas.
Las condiciones materiales que posibilitaron el brote del nuevo coronavirus nos invitan a considerar las dimensiones históricas y políticas de la zoonosis o a desarrollar la noción de una virología política como área de estudio de las diversas transformaciones en disputa como respuesta a dinámicas virales multiescalares en el marco de un relacionamiento asimétrico entre humanos y no-humanos. Detrás de estas ideas a desarrollar está la necesidad de superar la imagen de las dos culturas que ha fracturado a las comunidades científicas en dos “reinos” aparentemente irreconciliables, las ciencias naturales y las ciencias sociales y humanidades. Visto como un conjunto y no como dos facciones, todas y todos debemos propiciar lo que Boaventura de Sousa Santos llama justicia cognitiva, contribuyendo con la visibilización de conocimientos subalternizados producto de la forclusión propiciada por la razón neoliberal. En ese horizonte profundamente democrático, nuevas formas de relacionamiento con la naturaleza serán parte de un pensamiento tentacular que nos permitirá avizorar la idea de Donna Haraway de una eco-justicia multi-especie. Tal vez así podamos desactivar las distopías que se esconden tras los muros igualmente laberínticos de una “nueva” normalidad.
Ofrecemos estas breves reflexiones a modo de presentación del número especial de Iberoamérica Social dedicado a la pandemia y el rol de las ciencias sociales. Por cuestiones de espacio, hemos decidido privilegiar un esbozo de ámbitos estructurales que muestren en términos generales la complejidad del momento que vivimos. Los trabajos de este número se suman a los esfuerzos colectivos en marcha por abordar las diferentes aristas de esa complejidad. Desde diferentes lugares y miradas, las y los autores de cada artículo abordan aspectos económicos, históricos, biopolíticos y onto-epistémicos. Les invitamos a revisarlos, comentarlos y difundirlos.