El escritor y filósofo Augusto Klappenbach publicó el pasado 9 de julio un artículo en el blog Dominio Público titulado “Perplejidades sobre el crecimiento” que me gustaría comentar, tratando de sugerir respuestas a algunas de las muchas preguntas y dudas que en él se plantean.
Klappenbach presenta en su escrito una aproximación a la contradicción que, según él, existe entre “la necesidad de recuperar el crecimiento de la economía y la necesidad de un decrecimiento global para mantener el equilibrio del planeta”.El autor contrapone así dos ideas básicas: 1ª) que el crecimiento económico es, a largo plazo, una fuente de insostenibilidad ecológica (pues induce a través del sistema capitalista y de su devoción por el consumo constante una tremenda presión sobre la biosfera); y 2ª) que el crecimiento económico es, a su vez, una herramienta para luchar contra la pobreza y la miseria (en busca, se entiende, de que todos logremos alcanzar una vida digna).
Este dilema aparece bien reflejado cuando Klappenbach sugiere lo siguiente: “Si se pretende alimentar a los 850 millones de personas que pasan hambre, construir viviendas para quienes no la tienen, educar a los cientos de millones de analfabetos, asegurar asistencia médica a quienes carecen de ella y atender a la discapacidad, hará falta construir edificios, utilizar tractores, camiones, trenes, ordenadores, laboratorios, etc. con la enorme utilización de recursos, de gasto de energía y emisiones contaminantes que ello implica”. Y continúa con la siguiente pregunta: “¿Es posible satisfacer las necesidades elementales de miles de millones de personas sin proseguir con la destrucción de los recursos naturales y la contaminación del medio ambiente?”
Desde mi punto de vista hay dos cuestiones fundamentales que deben sopesarse adecuadamente para abordar correctamente este asunto -aparentemente- contradictorio. La primera de ellas es la cuestión de la escala. La segunda la del reparto.
Respecto a la primera cuestión cabe mencionar que las dos ideas contrapuestas por el autor respecto al crecimiento (recordemos: crecimiento como fuente de insostenibilidad global Vs crecimiento como herramienta frente a la pobreza) no tienen en realidad por qué ser enfocadas como contradictorias, pues actúan a diferentes escalas espacio-temporales: mientras que el crecimiento de la economía supone -efectivamente- una seria amenaza para la sostenibilidad del planeta cuando se produce a escala global y de forma continuada, no debería significar ninguna amenaza grave para la biosfera cuando tiene lugar a una escala menor (local o regional) y durante un periodo corto y determinado de tiempo (se entiende, el necesario para que su población salga de situaciones indeseadas de hambruna, pobreza o miseria alcanzando una vida digna).
Sin embargo, tal y como Klappenbach aborda este asunto pareciera que nos encontramos abocados a un callejón sin salida. O aceptamos el deterioro ecológico del planeta o aceptamos que exista la miseria social en ciertas regiones del mundo. Y aquí es donde cobra fuerza la segunda cuestión clave: la cuestión del reparto. O dicho de otra forma, la cuestión de que algunos deberían aprender a vivir bien con menos para que todos podamos -simplemente- vivir con dignidad. Se trataría, en último término, de una especie de confluencia social entre pueblos y naciones amparada en el concepto supremo de justicia y que bajo ninguna circunstancia debería sobrepasar, a nivel global, los límites biofísicos que el planeta nos impone.
De esta manera la verdadera salida al complejo trinomio crecimiento-sostenibilidad-justicia pasa en el fondo porque las naciones más ricas y opulentas decrezcan de un modo contundente en aras de disminuir nuestra presión global sobre la biosfera y en aras, también, de que las naciones más desfavorecidas puedan avanzar hacia una vida buena y digna sin que ello signifique incurrir en insostenibilidad. Debemos comprender, como argumentaba Yayo Herrero el pasado año en una entrevista, que “si vivimos en un planeta con recursos naturales limitados, es evidente que el reparto de riqueza es la única forma de caminar hacia la justicia”. A lo que habría que añadir que es también la única forma de avanzar hacia la sostenibilidad socio-ecológica.
Por lo tanto, las dos ideas que contrapone Klappenbachno son, según mi opinión, conceptos contrapuestos ni contradictorios sino más bien todo lo contrario: son concepciones complementarias de lo que significa la sostenibilidad ecológica y la justicia social; son, al fin y al cabo, dos caras inseparables de una misma moneda.
Me gustaría terminar este artículo recomendando una lectura: el Manifiesto Ultima llamada; un valioso texto hecho público el pasado 7 de julio que cuenta con el apoyo de cerca de 250 científicos, académicos, intelectuales, activistas y políticos de toda España. Se trata de un llamamiento esencial a cambiar radicalmente nuestro modelo económico, energético, social y cultural para lograr mantenernos dignamente sobre un planeta justo y sano en los complejos albores del siglo XXI. Les animo a firmarlo.
Estimado Jose María,
Estoy totalmente de acuerdo con su comentario. Y se lo agradezco enormemente.
Cuando hablamos de naciones solemos cometer el error de generalizar, metiendo bajo una misma media aritmética a muchísimas personas. Y esto no es justo.
Sin que sirva de justificación, opté en este caso por utilizar los términos de “naciones ricas” y de “naciones desfavorecidas” por aproximar mi vocabulario al utilizado por Klappenbach en su escrito. Pensé que así lograría crear un ambiente más cercano entre ambos artículos.
El uso de unas u otras palabras es siempre delicado… Yo, por norma general, prefiero usar los términos de Norte global y de Sur global; no como zonas geográficas sino como nociones a través de las cuales aproximarnos a la división de riqueza y de poder existente hoy en el mundo. Existen, por lo tanto, muchos sures dentro del Norte y muchos nortes dentro del Sur, tal y como usted apuntaba. Esta terminología (no estando exenta de críticas) me parece más correcta que la de ricos-pobres, la de desarrollados-subdesarrollados, la de primer y tercer mundo o la de centro-periferia.
Un saludo y gracias por la acertada aportación.
Querido Mateo, me parece muy adecuada su terminología de Sur y Norte global, aunque como bien dices, es dificil que quede sin críticas. Te agradezco mucho la aclaración, se dejaba intuir por tus palabras pero creía importante crear la discusión.
Excelente tu artículo, y maravillosas tus reflexiones, cada vez que leo una, estoy deseando que escriba la siguiente para seguir profundizando en sus pensamientos.
Felicitaciones y mucho ánimo con todos su proyectos!
Estimado Sr. Aguado, me declaro un fan de sus escritos, me parece que tiene una pluma y una capacidad de reflexión enorme. Le felicito por su nueva entrada. Sin embargo discordo en un punto que me parece que es clave en toda esta cuestión… casi finalizando su texto coloca lo siguiente: «De esta manera la verdadera salida al complejo trinomio crecimiento-sostenibilidad-justicia pasa en el fondo porque las naciones más ricas y opulentas decrezcan de un modo contundente en aras de disminuir nuestra presión global sobre la biosfera y en aras, también, de que las naciones más desfavorecidas puedan avanzar hacia una vida buena y digna sin que ello signifique incurrir en insostenibilidad». Según mi parecer, dentro de las «naciones más ricas» existe una miseria considerable y a la inversa, dentro de las «naciones más desfavorecidas» existen grandes riquezas que consumen en demasía.
A través de esta pequeña indicación a lo que quiero llegar es que creo que hoy día, más importante que las naciones en sí y esa dicotomía entre naciones ricas y desfavorecidas, debemos prestar más atención a las grandes riquezas personales (o corporativas) del capital, que ya no atienden a naciones sino a la libertad de movimientos para la explotación económica y medioambiental en otras naciones. Creo que en la reducción de sus privilegios en beneficio del resto de ciudadanos del mundo está la clave para conseguir ese reparto sin necesidad de un decrecimiento exacerbado.
Por supuesto, y principalmente, para poder conseguir esto, deberiamos comenzar por un termino bien simple y reducido a tres palabras, FIN DEL CAPITALISMO.