
“Siempre que trato con hombres del campo pienso en lo mucho que ellos saben y nosotros ignoramos, y en lo poco que a ellos importa conocer cuánto nosotros sabemos”. Antonio Machado
Cuando, después de horas interminables de cola, consigues obtener tu cedula, la oficina de migración colombiana, te despide con una postal de colores con escrito: “¿en qué país te rodea el 10% de la flora y la fauna del planeta?”. Efectivamente, Colombia es el segundo país con mayor biodiversidad al mundo y por sus diferentes climas y alturas, nos ofrece todos tipos de cultivos: maíz, arroz, caña de azúcar, flores, cacao, plátano, banano, papa, yuca entre otros, y como olvidarnos del famosísimo café colombiano. Según el PNUD es difícil saber con precisión a cuanto llega el número de campesinos presentes en Colombia, pero más o menos debería ser alrededor del 60% de la población total.
Después de la firma del TLC (Tratado de Libre Comercio) con Estados Unidos en 2010, la situación del campesinado ha cambiado, nuevas reglas, nuevos intereses, nuevos objetivos. Una de las condiciones para la firma del TLC fue la aprobación de la Resolución 9.70 del ICA (Instituto Colombiano Agropecuario) con la cual los campesinos están obligados a comprar solo semillas certificadas que pueden ser utilizadas una sola vez. Todo esto en nombre de la dicha seguridad alimentaria: “Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana.” (Cumbre Mundial sobre la Alimentación, 1996). ¿Pero estamos seguros que esto se trata de seguridad alimentaria y no de satisfacer los dictamen de las grandes transnacionales americanas y de preservar sus intereses?
En palabras simples, la dicha Resolución 9.70 admite solo el uso de semillas certificadas, ósea producidas y comercializadas por productores escritos a ICA. Solo las semillas con algunas modificaciones que “aumentan” algunas características del producto, pueden obtener una certificación, y así poder ser legales. Se aplica el derecho de autor a las semillas, y por esto reutilizarla para una segunda cosecha es delito, y así cada año se tienen que comprar nuevas. Ningún campesino colombiano podría producir una semilla certificada: demasiados costos, demasiada tecnología, y sobretodo ¿por qué modificar las calidades del riquísimo arroz del Huila o del maíz de Boyacá?
Desde cuando somos pequeños nos enseñan que desde una semilla nace una planta, que nos da un fruto, que a su vez nos da una semilla desde la cual puede nacer otra planta. Ya no es así: es ilegal escoger el mejor producto de cada cosecha y usarlo como semilla, y por esto se están abriendo procesos jurídicos en contra de muchos campesinos colombianos. Solo en Campoalegre fueron destruidas más de 70 toneladas de arroz de óptima calidad, porque no eran legales. Desde el 2010 han sido incautadas más de 2 millones de semillas (para más información os aconsejo el documental de Victoria Solano “9.70”). El negocio de las semillas patentadas es el tercero más rentable del mundo. Empresas como Monsanto, Dupont y Sygenta tienen como objetivos patentar el mayor número de semilla para llegar a un control total de la alimentación mundial: un solo tipo de maíz modificado genéticamente, resistente a los herbicidas producidos por las mismas empresas, que ponen en riesgo la biodiversidad, el trabajo de millones de campesinos en toda América Latina y la salud de nosotros los consumidores. En Europa Monsanto ha tenido que abandonar los mercados por la política anti-OGM (Organismos genéticamente modificados) de los estados y de los consumidores: España, Portugal y pocos países de Europa Oriental, son los únicos que siguen utilizando su famoso maíz Mons810. Solo quiero citar aquí el caso Mexicano, donde su maíz ancestral ha sido contaminado por los OGM que han entrado al país después de la firma del TLC con EEUU, de Paraguay donde familias de campesinos luchan en contra de los monocultivos de soja, Brasil donde en los últimos tres años se han destruido 70.000 km2 de selva amazónica, sobre todo por culpa de los cultivos de soja o la India donde, después del monopolio de Monsanto sobre las semilla de algodón, aumentaron impresionantemente los suicidios entre los campesinos.
Las semillas son la base de nuestra comida, nos permiten vivir. Controlarlas significa controlar nuestra alimentación y de paso controlar nuestras vidas. Cada comunidad tiene sus semillas con su historia. La yuca cultivada por una comunidad de indígenas de la Amazonia, no puede ser igual a aquella cultivada en otras partes de la región, e imponer el cultivo de otra significa violar la cultura de estas personas y eliminar la bio-diversidad que es la base para nuestra supervivencia en este planeta.
Excelente Articulo de Interés global… Las Políticas de nuestros gobiernos favorecen los intereses de las Multinacionales, Ademas Organismos como la FAO y la Organización MUNDIAL del Comercio, la ONU y otros organismos Multilaterales estan al Servicio de los Intereses de USA.
En un país donde el agro debería ser motivo de orgullo tanto por el clima, la biodiversidad, la ancestralidad como por sus regiones, este se sufre y se regala. Después lo fácil es retratar a los campesinos para que pocen para un comercial de cerveza y se refleje el «respeto» por ellos o simplemente para aparentar que hacen parte de nuestras raíces,
La forma de entender el bienestar es tal vez con un comercial de como adelgazar o con uno de kellogs fortificado con treinta mil vitaminas y minerales, después te preguntas como han logrado traer a Monsanto, Dupont y las otras para que nos dejen en cáncer nuestro agro, y te acuerdas que en esta tierra bendita Macdonalds es la empresa que mas vende.
Te pones a pensar en lo que nos hace falta para honrar a quienes en verdad entienden la tierra y pueden conectarse a ella y sientes un deber de unirte a ellos en un dolor de patria, ese dolor que esperas se vuelva dentro de muy poco en un dolor de conciencia.
Laura que buen trabajo, no conocía la oposición de algunos países de Europa a estas iniciativas suicidas y me alegro por ello.
La situación pinta trágica…, ojalá se pueda parar esta locura. Lo de los campesinos indios que se suicidan me ha tocado. Maldita obsesión por el dinero.
Buen artículo, aunque echo de menos algún enlace de referencia.
Es preocupante el camino que se está tomando en muchos lugares del mundo para legislar el uso de las semillas de, entre otras, las plantas que nos alimentan. Europa ya está pensando en seguir los pasos de Colombia, espero que podamos frenar sus intenciones.
Hagan lo que hagan, nunca podré aceptar que sea ilegal reproducir, almacenar o sembrar semillas de cualquier especie, por muy prohibidas que estén, por lo que si llegaran a ello donde yo esté viviendo, consideraré la ley «odiosa», y me negaré a acatarla.
Salud!
Gracias Carlos. En Colombia los campesinos están en paro desde una semana, y parece que también los consumidores se están despertando frente a esta situación. El martes el Presidente Santos se encontrará con los manifestantes, aún si dudo que llegarán a un acuerdo. Sonará utópico, pero pienso que muchas veces somos nosotros los consumidores que podemos cambiar las reglas del mercado. Te dejo un articulo del presidente de Slow Food sobre la nueva PAC presentada en junio, igual puede interesarte. Saludos!
Pereza estos investigadores de cuarta. Ese romanticismo por los indios, por los campesinos, gracias por venir a decirnos lo que sucede. De pronto descubrieron que existe Colombia, Latinoamérica y ya nos traen la verdad. Maldita crisis europea…
Estimado Camilo. Iberoamérica Social es un lugar para el encuentro, la profundización y la reflexión sobre la region iberoamericana, siempre desde el respeto. Disculpe pero no entendemos de nacionalismos sino de humanidad en las investigaciones. Si usted no esta de acuerdo con alguna, tiene la posibilidad de replicar y participar. Le ruego que la próxima vez con respeto pues no aceptamos las ofensas gratuitas.