DescargaPablo Mardones Charlone.
Migración Internacional Indígena. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina.
pmardones@alpacaproducciones.com.ar

Recibido 16 Abril – Aceptado 7 Mayo

 

Resumen: En este artículo relaciono dos fenómenos-variables que hasta hoy -salvo por un número reducido de investigaciones- han sido enfocados de forma aislada: Migración internacional y Pueblos Indígenas. Mientras la migración internacional hoy es abordada por el conjunto de las ciencias sociales (Arango, 2003, p. 1), los indígenas, sujetos de estudio centrales de la antropología, también comienzan a ser investigados desde otras disciplinas. En este contexto, identifico cuatro problemas teórico-metodológicos para analizar-definir a los migrantes indígenas que atraviesan los estados-naciones que históricamente han habitado. Dichas dificultades han generado un análisis fraccionado entre ambos fenómenos-variables, condición innegable en el tratamiento de los migrantes internacionales aymara-quechuas radicados en Buenos Aires.

Palabras claves: Migración internacional, pueblos indígenas, estado-nación, aymaras-quechuas, Buenos Aires.

 

Abstract: In this article I link two phenomena-variables that until today -except for few exceptions- have been studied in isolation: International Migration and Indigenous Peoples. While international migration today is addressed by all social sciences (Arango, 2003, p. 1), the indigenous, Anthropology’s main study subjects, have only recently begun to be analyzed from other disciplines.

In this context, I identified four theoretical and methodological problems to analyze and define indigenous migrants who cross the nation-states that have historically inhabited. These difficulties have led to a split between the two phenomena-variables, undeniable condition in the treatment of Aymara-Quechua international migrants residing in Buenos Aires.

Keywords: International migration, indigenous Peoples, national-estate, aymaras-quechuas, Buenos Aires.

 

Centro Cultural Autóctono Wayna Marka, Encuentro juchuwayra. Ciudad de Buenos Aires. Noviembre, 2012. Registro propio.
Centro Cultural Autóctono Wayna Marka, Encuentro juchuwayra. Ciudad de Buenos Aires. Noviembre, 2012. Registro propio.

Introducción

Los cuestionamientos que en este artículo planteo, surgen de mi trabajo etnográfico con la comunidad aymara-quechua1 de Buenos Aires, el cual comenzó hace diez años y que investiga la migración aymara-quechua proveniente de Bolivia y Perú desde la última década del siglo veinte hasta la actualidad. Época marcada por un fenómeno de reivindicación étnica reconocido como “emergencia indígena” (Bengoa, 2000) que coincidió con la consolidación del flujo migratorio internacional más importante de la historia desde la región de los Andes centrales, dirigido principalmente hacia la ciudad autónoma (CABA) y el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA)2. Fue en esta década, además, cuando por primera vez en la historia de la Argentina, los flujos migratorios limítrofes superaron a aquellos venidos desde otros continentes.

Pese a que las investigaciones sobre migraciones internacionales en América Latina se han cuantificado y profundizado en su abordaje teórico-metodológico, persiste una notable ausencia de trabajos respecto a la movilidad de las poblaciones indígenas, escaseando estudios que tengan en cuenta variables étnico-culturales en sus análisis. La excepción, son los pueblos indígenas mexicanos quienes han tenido un tratamiento más profundo como migrantes internacionales desde la academia, así como también el interés que ha despertado la migración kichwa-otavaleña de Ecuador, como destacan Alicia Torres y Jesús Carrasco (2008, p. 10).

Esta perdurable escasez, responde en una enorme medida a lo que Andreas Wimmer y Nina Glick Schiller (2002) han denominado como nacionalismo metodológico, y yo he preferido –con el propósito de despejar dudas respecto a las diferencias entre nación y país o estado-nación-  como estado-nacionalismo metodológico.

Esta noción refiere a la tendencia en los estudios migratorios de comprender a los movimientos internacionales como protagonizados exclusivamente por “sujetos estado-nacionales”: mexicanos hacia EEUU, bolivianos hacia Argentina, ecuatorianos hacia España, etc.

Esta limitación metodológica ha restringido la observación de flujos y stock de naciones indígenas o de pueblos como el rom (gitanos), dado que en el análisis, el “apellido” internacional es dado, justamente, por el cruce de un país o estado a otro. Esto a pesar que en América Latina, como en otras partes del mundo, las fronteras de los estado-naciones no coinciden o corresponden con los límites geográfico-culturales de los pueblos o naciones previas a la constitución de los mismos, conformados sin la perspectiva, la opinión ni menos el consenso de los indígenas.

De esta forma, guaraníes, en sus diferentes troncos étnico-lingüísticos, se encuentran entre la actual Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay, mapuches entre Argentina y Chile, shuar y achuar entre Ecuador y Perú, wayúuentre Colombia y Venezuela yaymaras entre Bolivia, Chile y Perú, por nombrar solo algunos ejemplos. Esta condición, sumada a la falta de investigación sobre la migración internacional indígena, supone un gran desafío y una enorme provocación teórico-metodológica para abordar el tema.

Y es que la migración indígena en lo que hoy conocemos como América, tiene miles de años. El continente en sí fue poblado por migraciones. A partir del análisis arqueológico y paleo-antropológico conocido, la raza humana habría surgido de África, siendo la región americana la última en habitarse3. Desde entonces, la migración se ha mantenido en un dinámico proceso, que ni la invención de la agricultura (entre nueve y siete mil años atrás aproximadamente4), la dominación ibérica (siglo dieciséis a diecinueve) o la instauración de estados-naciones (siglo diecinueve) la habría frenado, aunque sí condicionado notablemente.

De esta forma, la migración internacional -fenómeno analizado en América Latina desde las ciencias sociales desde fines del siglo diecinueve con la mayoría de los estados-naciones actuales ya constituidos- comprende la dinámica que observa y estudia en sí como el traslado de individuos y/o poblaciones desde un estado a otro. Dicha condición es, justamente, la que otorga el “apellido” de internacional al fenómeno.

En síntesis, mi intención en este artículo es explicitar los principales escollos teórico-metodológicos que se presentan para comprender la migración internacional indígena en América Latina, evidenciando debilidades en su abordaje, así como resaltando los trabajos que han avanzado en el análisis y cruce de ambos fenómeno-variables.

Será el primer apartado, llamado “Migración internacional y pueblos indígenas. Rutas académicas disímiles”, el responsable de poner en tensión los postulados teóricos existentes en torno a las posibilidades analíticas del cruce entre las dos categorías propuestas, evidenciando los cuatro principales conflictos para definir-analizar a la migración internacional indígena en la región.

El segundo apartado, nombrado “La migración indígena a la Argentina”, será el encargado de reflexionar respecto a la ausencia de estudios migratorios indígenas internacionales en Argentina y la introducción de nuevos abordajes, los cuales se presentan como posibles superadores de los problemas teórico-metodológicos esgrimidos en un contexto de aymarización y quechuización de flujos antiguos y recientes dentro de la migración desde Bolivia y su consiguiente arrastre a aquella proveniente del Perú.

Finalmente, en las Apostillas de cierre”, sintetizo las ideas centrales de la discusión, argumentos y conceptualizaciones sobre el cruce de ambas variables en el contexto de esta migración y residencia indígena en esta ciudad.

Migración internacional y pueblos indígenas. Rutas académicas disímiles.

Indígenas mixtecos rumbo a los EEUU. Nota de prensa sobre la situación en las cárceles de los mixtecos.2014. Foto:
Indígenas mixtecos rumbo a los EEUU. Nota de prensa sobre la situación en las cárceles de los mixtecos.2014. Foto: http://imparcialoaxaca.mx/

Se estima que en América latina existen más de 400 pueblos indígenas que presentan un amplio rango de prácticas socioculturales distintivas, lo que los lleva a conformar países multiétnicos y pluriculturales (Calcagno & Hernández, 2003, p. 28). Algunos de estos pueblos son de tamaño poblacional reducido, otros constan de un porcentaje relevante dentro del total de la población, y en algunos casos, como Guatemala y Bolivia, constituyen, en su conjunto, el grupo mayoritario a nivel estado-nacional (Del Popolo&Oyarce, 2005, p. 8).

En relación a los pueblos indígenas, CELADE/ CEPAL5 ha conceptualizado la migración internacional indígena como movilidad territorial ancestral, definiéndola como:

Aquellos pueblos que habitaban un territorio que fue fragmentado por los límites de los Estados-nacionales y cuya movilidad, si bien traspasa las fronteras jurisdiccionales internacionales, se produce en áreas territoriales ancestrales dentro de fronteras étnicas donde ejercieron y ejercen el derecho consuetudinario (CELADE, 2006, p. 2006).

En esta definición, se halla implícita la contradicción misma respecto a porqué es complejo analizar la migración indígena desde el abordaje de las migraciones internacionales. Si la movilidad de los pueblos indígenas traspasa las fronteras jurisdiccionales internacionales, en el análisis de estos movimientos, subyace una contradicción al definirlos y comprenderlos como flujos y stock migratorios internacionales.

En base a esto, el primer conflicto teórico-metodológico para analizar la migración internacional indígena, surge del hecho de que, pese a la imposición de estado-naciones en América latina, la historia de estos grupos cuestiona la idea de un territorio nacional= una lengua = un modo de vida particular (mirada de la antropología clásica), desplazando los límites de los estados-naciones y generando un conflicto con el apellido de internacional de la migración adjudicado a los flujos que atraviesan las fronteras estado-nacionales. Dicho conflicto ha llevado, en palabras de Wimmer y Schiller (2002), a un etno-nacionalismo metodológico en el análisis de los migrantes internacionales indígenas.

El segundo problema teórico-metodológico que abordo responde a la concepción que presenta a aquellos descendientes de otros continentes como los migrantes (“bajados de los barcos”) en contraposición a los indígenas como los “dueños de casa”, independientemente si ancestralmente habitaban o no las disímiles regiones dentro del continente. Este cuestionamiento generó la reflexión y el auto-nombramiento como originarios, nominación que, rechazando el discurso hegemónico sostenido sobre la colonización, busca actualizar un discurso que denuncie la asimetría en las estructuras de poder gestadas por el movimiento de la “invasión europea” hacia quienes “ya” habitaban este territorio, con el propósito de cambiar las relaciones de dominación “étnicas” e históricas.

Migraciones internacionales-3A diferencia de europeos, africanos traídos por estos, y asiáticos, al haber llegado con posterioridad en barcos, dicha condición los posicionaría como migrantes. En este sentido, surge una concepción discordante y contrapuesta: ¿Quién es el migrante?

Una tercer dificultad teórica-metodológica, es la hasta ahora privación o rechazo de muchos migrantes latinoamericanos de auto-adscribirse como indígenas, evitando ubicarse en una doble situación de discriminación: extranjeros e “indios”.

Una cuarta y última limitación que esgrimo, tiene relación en cómo contar y analizar las migraciones indígenas, vinculándose con los sentidos presupuestos en torno a la categoría de indígena. Dentro de la visión esencializada del indígena, suele vérselo como un sujeto rural, siendo sospechada su identidad si éste nació o vive hace mucho en la ciudad, pese a que, desde hace varias décadas, han debido migrar de sus territorios de origen hacia las grandes ciudades y/o al extranjero.

El informe de Ana María Oyarce (2006), aunque ya desactualizado, sirve para dar cuenta las áreas de mayor trabajo en América Latina, evidenciando una sobre concentración de estudios en ciertos flujos y stock así como una limitación preocupante en otros.

La autora analiza 22 libros, los cuales se caracterizan por ser, en su mayoría, investigaciones cualitativas, sociológicas y etnográficas. Más de la mitad (14) se refieren a la migración indígena de México hacia EEUU; cuatro son sobre la migración indígena kiwcha-otavaleña a España y de Ecuador a EEUU y a Saraguro (España); tres respecto de la migración indígena guatemalteca a los EEUU, centrada principalmente sobre el pueblo mam. Finalmente, uno de ellos habla sobre la migración forzada de varios grupos indígenas de Colombia hacia Panamá, Ecuador y Venezuela debido al conflicto armado.

Asimismo, da cuenta de 188 citas bibliográficas sobre pueblos indígenas y migración internacional, migración interna y otros temas relacionados con movimientos migratorios desde áreas indígenas, así como temáticas relacionadas a transnacionalismo, identidad y cultura. 96 de ellos (más de la mitad) son de México (62 específicos de migración indígena, cuatro de migración interna y 32 relacionados con procesos migratorios desde áreas indígenas, especialmente desde las áreas zapoteca y mixteca); 24 son de Ecuador (18 artículos específicos de migración indígena y seis sobre otros temas relacionados); 17 son de Chile (cuatro artículos específicos sobre migración indígena y 13 de temas relacionados); 16 son de Guatemala (seis artículos específicos de migración indígena y diez de temas relacionados); diez de temas relacionados en Argentina; nueve de temas relacionados en Brasil: un artículo específico de migración indígena es del Perú; un artículo de temas relacionado de Venezuela y 12 de artículos generales de América latina.

Carnaval “boliviano”. Ciudad de Sao Paulo. Febrero, 2013. Registro propio.
Carnaval “boliviano”. Ciudad de Sao Paulo. Febrero, 2013. Registro propio.

Hay varias cuestiones que resaltan en esta pesquisa bibliográfica. Por un lado, llama la atención los pocos trabajos que se hicieron sobre Perú, país que presenta en términos cuantitativos una gran cantidad de población indígena, teniendo altos niveles de emigración en la última década7. Así como de Bolivia, país que, junto a Guatemala, consta del mayor porcentaje de población indígena (51,5%8) en la región.

En el caso de esta última, al revisar la bibliografía respecto a sus flujos migratorios, es posible observar que el análisis tiende a presentarse exclusivamente desde una perspectiva estado-nacional en desmedro de uno concentrado en las especificaciones étnicas de sus componentes. Dicha condición, -debido a la relevancia indígena de su emigración- me arriesgo a aseverar que ha generado en el análisis académico una permanente y hasta inseparable relación entre proveniencia étnica y estado-nacional.

Dos años después del trabajo de Oyarce, se publicó el libro Al Filo de la Identidad. Migración indígena en América Latina de FLACSO-Ecuador (Torres & Carrasco [coordinadores], 2008), el cual es un fidedigno intento por comenzar a sistematizar algunas cuestiones referentes exclusivamente a este tipo de migración internacional. El mismo, instala el fenómeno a nivel sudamericano, particularmente para el caso de Perú y Ecuador, con especial protagonismo de la migración kichwa-otavaleña9, aunque consta de un abordaje poco variado a nivel regional para tratarse de un libro que pretende un nivel latinoamericano de análisis.

El libro compila siete trabajos, donde se aborda la migración maya guatemalteca a los EEUU, la migración kichwa-otavaleña a Europa, la migración transnacional de Perú y específicamente quechua hacia los EEUU.

Fiesta de la Virgen de Copacabana. Barrio de Charrúa. Ciudad de Buenos Aires. Oct. 2009. Registro Propio.
Fiesta de la Virgen de Copacabana. Barrio de Charrúa. Ciudad de Buenos Aires. Oct. 2009. Registro Propio.

Además de centrarse especialmente en la migración extrarregional, y con una apreciable falta de trabajos del resto de los países, nuevamente llama la atención las pocas investigaciones sobre Bolivia, teniendo en cuenta los altos porcentajes de auto-adscriptos como indígenas que este país presenta, además de sus importantes niveles de emigración en las últimas tres décadas.

Ambos estudios (Oyarce, 2006; Torres & Carrasco, 2008) dan cuenta comolas migraciones hacia otros estados-naciones afectan las identidades y modos de vida produciendo una asimilación de los valores y hábitos de los lugares de destino. Aunque a su vez, los dos evidencian cómo de forma inversa y con una dinámica creciente, dichos movimientos pueden promover procesos de recuperación y revitalización de los rasgos percibidos como tradicionales. Esta forma particular de producir conocimiento común -orientado por las memorias sociales- suele estar basado en los valores de lo colectivo, de la reciprocidad y de la solidaridad mantenida a través de prácticas culturales como las fiestas, en el caso de los mixtecos y zapotecos en EEUU (Oyarce, 2006, p. 53), la artesanía y la música, en el caso de los kiwcha-otavalos en España (Ruiz Balzola, 2008, p. 47; Ordóñez, 2008, p. 77), y de ambos, además de la danza, en el caso de los aymaras y quechuas en Buenos Aires.

Este énfasis en el  proceso de revitalización de prácticas indígenas por sobre uno de asimilación y perdida, responde a un masivo proceso de auto-identificación de población rural y urbana como perteneciente a un pueblo indígena, condición que ha arrastrado dicha visibilización y que ha tenido una gran repercusión en poblaciones que han migrado de sus comunidades hacia ciudades dentro y también fuera de los países donde tradicionalmente habitaban.

Este escenario puede verificarse desde la década del ochenta del siglo veinte en el caso del sur de México y del noventa en el caso de Ecuador, con un rápido y sostenido crecimiento (Torres & Carrasco, 2008).Para el caso de la migración internacional indígena proveniente desde Bolivia y Perú por su parte, no existe información fehaciente y relevante.

En Bolivia, el “Diagnóstico sociodemográfico de los pueblos indígenas de Bolivia de 2001”, sólo lo hizo en relación a la migración interna. Por su parte, a partir de las características de los movimientos poblacionales que salieron del país tras el cierre de minas en los departamentos altiplánicos de Bolivia (post-decreto Nº 21060/1985)10, cuyo flujo principal fue predominantemente hacia la Argentina (Pereira Morató, 2011, p. 7 y 31)1112, sobre todo a Buenos Aires (Censo argentino, 201113), es posible inferir que un alto porcentaje de este importante flujo estaría compuesto por aymaras y quechuas, habitantes preponderantes de las provincias rurales de los departamentos del altiplano.

En el caso del Perú, es posible inducir que la migración internacional indígena es coincidente con la emigración masiva de la población general tras el conflicto armado interno, el cual provocó graves consecuencias políticas y económicas entre la década del ochenta del siglo pasado y la primera del presente y, como ya mencioné, un flujo emigratorio enorme y sin precedentes.

De esta forma, a diferencia de los mexicanos, ecuatorianos y guatemaltecos con primacía en el patrón extrarregional14 hacia EEUU y España, incentivados partir de la década de los noventa del siglo veinte cuando la migración de las poblaciones no necesariamente indígenas vivían el mismo proceso en magnitudes mayores (Torres & Carrasco, 2008, p.11), la emigración desde Bolivia -aunque con importantes flujos extrarregionales- se halla principalmente dentro del patrón intrarregional15. En el caso de Perú, al igual que Bolivia sin datos particulares para su población de origen indígena, el patrón extrarregional es más relevante, aunque el intrarregional representa más de un tercio, del cual casi la mitad radica en la Argentina16, siendo Buenos Aires la principal ciudad del mundo donde se encuentran los peruanos fuera del país17.

La migración indígena a la Argentina

Libros sobre migración boliviana en Buenos Aires. Registro propio.
Libros sobre migración boliviana en Buenos Aires. Registro propio.

Argentina, analizada a partir de los trabajos de Oyarce y FLACSO-Ecuador, no es una excepción dentro de la escasez de investigaciones-publicaciones en América latina en torno a la migración indígena, de hecho es prototipo de la misma, ya que pese a que en el país el análisis de los procesos migratorios consta de una vasta trayectoria y un fértil desarrollo intelectual -el cual se presenta sin duda alguna como uno de los mayores en la región- la agencia de los pueblos indígenas en estos procesos ha sido poco abordada.

Esto responde a que los estudios sobre migraciones se asentaron en los flujos provenientes de Europa -realmente masivos entre mediados del siglo diecinueve y mediados del veinte18– además de la judía (también europea) y curiosamente la japonesa (tal vez por la extrañez que suponía)19.

La visibilización de la migración regional, debido al descenso de la europea y no por la aparición espontánea de ésta como se quiso hacer creer20, así como su sobre-concentración en Buenos Aires, llevó al interés progresivo, aunque aún incipiente, de cruzar ambas variables: migrantes internacionales y pueblos indígenas.

Fiesta de Alacitas. Enero, 2013. Ciudad de Buenos Aires. Registro propio.
Fiesta de Alacitas. Enero, 2013. Ciudad de Buenos Aires. Registro propio.

Estas “nuevas” investigaciones se hallan en una enorme proporción dentro de los estudios sobre la migración boliviana en el país. Muchos de estos trabajos reflexionan en torno a la identidad aymara y quechua en el contexto de las migraciones, aunque por lo general siempre asociado a su pertenencia como bolivianos.

Entre las investigaciones pioneras en relación al componente indígena de la población boliviana en Buenos Aires, se halla el trabajo de Isabel Laumounier, Manuel Rocca y Eleonora Smolensky (1983) y más de 15 años después el de Alejandro Grimson (1999). Entre los actuales, encontramos los de Sergio Caggiano (2005, 2010), Jorge Vargas (2005, 2006, 2008) y Brenda Canelo (2006, 2008) entre los más importantes.

Para el caso peruano por su parte, dicha reflexión prácticamente no ha sido trabajada.

Estudiando las investigaciones recién citadas respecto a la identidad indígena en la migración boliviana a Buenos Aires, y a partir de mi trabajo de campo con comunidades aymaras y quechuas radicadas en la ciudad, he podido cotejar los cuatro conflictos teórico-metodológicos que previamente se identificaran para la región.

Al igual que para el resto de América Latina, ha primado un énfasis que comprende a la migración como étnicamente homogénea y diferenciada exclusivamente por sus orígenes estado-nacionales.

Dicha condición, a través de ciertos estudios -principalmente antropológicos-gradualmente se comenzó a revertir desde la década de los noventa del siglo veinte. Periodo coincidente con el contexto de llegada de la migración aymara desde el altiplano boliviano y peruano, junto a nuevos flujos quechuas desde Bolivia.

En estos trabajos se comienzan a incluir los sentidos indígenas que atraviesan estos flujos, particularmente hacia Buenos Aires, comenzando a atender la diversidad de clivajes estado-nación, clase, género, etnia o región que operan en la construcción de una identidad migratoria indígena. De todas formas, siguen primando los estudios basados en la pertenencia estado-nacional.

Asimismo, se manifiesta el discurso que cuestiona quiénes son los migrantes, contraponiendo a los “bajados de los barcos” versus los “dueños de casa” bajo el argumento respecto a que el Qollasuyu21 abarcaba y abarca la actual Buenos Aires más allá de si esta ciudad fue habitada ancestralmente por quechuas (incas) o aymaras “Buenos Aires está dentro del Qollasuyu, así lo consideraban nuestros ancestros, entonces, ¿Quién es el inmigrante?” (Amaru Choque, 2010, conversación personal).

Igualmente, acorde a lo que sucede en toda la región, en Buenos Aires, muchos migrantes indígenas, en este caso aymaras y quechuas, temen identificarse como indígenas. Evitando así ubicarse en una doble situación de discriminación. (…) para nosotros era toda una resistencia, estar con nuestros ponchos, instrumentos, y más desde la música (…) además, si venías de Bolivia, nooo, no querías saber nada, ya con los problemas que era ser boliviano, imagínate ser también indígena” (Wenceslao Villlanueva, 2014: min.: 28.00, entrevista).

Por último, en el caso de Buenos Aires, al igual que en otros territorios de América Latina, suele primar el estigma respecto a no considerar como “indígenas de verdad” a quienes viven o nacieron en la ciudad. El sentido común, arraigado en  personas e instituciones, tiende a sostener que los migrantes limítrofes no son indígenas, así como tampoco sus hijos, por el hecho de haber nacido en Buenos Aires u otras ciudades o por vivir hacer mucho tiempo en el contexto urbano. “Algunos creen que porque vivimos en la ciudad no somos indígenas, como si uno perdiera su identidad por estar acá” (Aymatha Estrada, 2009, conversación personal).

Esta situación despierta los argumentos sostenidos por autores como Xavier Albó (2008, p. 20), respecto a cómo afrontar el tema de las naciones o nacionalidades indígenas fuera de sus territorios históricos sobre la base que actualmente en la mayoría de los países de América Latina, una gran cantidad de población indígena ya no vive en sus comunidades o territorios ancestrales sino en centros urbanos, los cuales muchas veces se hallan fuera de las fronteras estado-nacionales.

A partir de la categorización de estos cuatro conflictos teórico-metodológicos para el caso de los aymaras y quechuas de Buenos Aires, identificó cómo paulatinamente nuevas herramientas han ido surgiendo para abordar, justamente, este nuevo flujo y stock migratorio caracterizado por su componente indígena, el cual, proveniente de áreas aymaras de ambos países y regiones quechua hablantes de Bolivia, provocóun creciente procesode aymarización y quechuización de los bolivianos ya residentes en Argentina, quienes no necesariamente se consideraban o reconocían como tales anteriormente.

Dicha condición, a su vez, se reproducirá durante la década del dos mil, bajo el contexto de consolidación de algunos movimientos indígenas, y sobre todo desde la llegada a la presidencia de Bolivia de Evo Morales, la cual, a su vez, arrastró a parte de la migración aymara y quechua peruana a tal proceso.

Apostillas de cierre.

En el contexto de la reciente atención que el componente indígena comienza a recibir como acontecimiento visiblemente marcado dentro de la migración latinoamericana, este artículo tuvo el propósito de poner en tensión dos campos temáticos: Los estudios migratorios y los estudios étnicos (referidos aquí a los indígenas latinoamericanos), los cuales, generalmente, han estado diferenciados entre sí, creando de forma aislada sus propios debates teórico-metodológicos.

En este proceso, evidencio cuatro conflictos teórico-metodológicos para identificar y analizar a los indígenas que migran más allá de las fronteras estado-nacionales dentro de las cuales tradicionalmente han habitado.

I) Una visión que ha comprendido al migrante internacional exclusivamente como perteneciente a un estado-nación (estado-nacionalismo metodológico), sesgando y frenando teórica y metodológicamente el abordaje de los movimientos indígenas transfronterizos en la región. Perspectiva donde los estudios sobre migración se hallan encerrados en una paradoja: poner en primer plano la dimensión estado-nacional para definir a los sujetos como migrantes y la frontera que marca el movimiento como transnacional, o subrayar la movilidad territorial ancestral de sujetos que, más que como migrantes, se tienden a definir como indígenas.

II) Una vigente y actualizada contraposición entre “bajados de los barcos” versus “dueños de casa”. Discusión y concepción discordante y contrapuesta respecto a ¿quiénes son los migrantes? la cual persigue antagonizar el origen de ultramar de “blancos” con el de los indígenas de América, quienes independiente de si ancestralmente habitaban o no las diferentes regiones dentro del continente, “ya” estaban en “estas tierras”.

III) Privación en la auto-adscripción como indígenas de los migrantes internacionales como estrategia para evitar situarse en una doble situación de discriminación: extranjeros e “indios”.

IV) Negación de los indígenas que habitan y/o nacieron en un contexto urbano. Imaginario social estigmatizante que percibe al individuo o comunidad indígena como anclada a lo rural.

A partir de estos cuatro ítems, sumado a un contexto de información insuficiente y dispersa, no es extraño que la migración internacional se mantenga como uno de los temas menos explorados dentro de los estudios indígenas. La falta de articulación entre ambos fenómeno-variables, ha limitado la capacidad de pensar/comprender que en determinados contextos geográficos e históricos, la migración internacional indígena y los procesos de resignificación identitaria étnica pueden ser dos caras del mismo proceso.

La ciudad de Buenos Aires y su área metropolitana representan el territorio que más acoge a bolivianos y peruanos, dentro de los cuales, sin estadísticas que lo avalen, podemos presuponer una alta representación de auto-adscripción como aymaras y quechuas. Dicho movimiento trans-estatal-nacional, instaura en esta metrópolis un tipo de sujeto que se reconoce como “indígena” por sobre la categoría de “extranjero”.

Se trata de un colectivo que procesa su identidad como indígenas presuponiendo la formación de sus sentidos de pertenencia. En este sentido, presupongo que las afiliaciones identitarias se articulan en un interjuego que depende del contexto local, nacional y/o global, relación que es construida tanto en origen y destino, aunque en una enorme medida, en el mismo proceso migratorio.

Desde el punto de vista de estas personas con las que he compartido estos años, las formas de significar sus procesos de identidad articulan clivajes de estado-nación, cultura ancestral y etnia. Por estar razones, considero que a pesar del sentido paradójico o el carácter oxímoron que la categoría “migrante indígena” puede acarrear –donde se pone en tela de juicio el sentido de frontera estado-nacional, el apellido internacional y el debate respecto a quien es el migrante-, esta misma tensión es la que hace de ella un término sugerente, ya que en la auto-adscripción indígena de aymaras y quechuas en Buenos Aires, el proceso migratorio en sí pareciera tener una gran injerencia.

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Entrevistas y conversaciones personales

Amaru Choque, artesano quechua. Buenos Aires 2010.

Aymatha Estrada. Miembro del Centro Autóctono WaynaMarka. Buenos Aires 2009.

Wenceslao Villanueva. Músico aymara boliviano. Funcionario del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) Buenos Aires, 2014.

1 En este artículo me referiré de forma conjunta a aymaras y quechuas. Como explicita Fernando Montes Ruíz (1999), los aymaras y quechuas han compartido un mismo territorio y una historia común durante el tiempo necesario para, a grandes rasgos, borrar sus diferencias. Se trata de un nexo histórico profundo que llevó al lingüista Rodolfo Cerrón Palomino (2008) a acuñar el neologismo quechumara, para referir, desde la lengua, a estos dos idiomas y sus grandes similitudes y constantes cruces lingüísticos. En el caso de los aymaras y quechuas que han migrado a Buenos Aires, se trata de personas que comparten en general las mismas dinámicas de interacción, festividades, actividades sociales, acciones políticas, etc. En muchos casos están casados entre ellos y/o forman parte de una comunidad. En síntesis, su auto-adscripción como aymaras o como quechuas más que dividirlos los une.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) se halla administrativamente diferenciada del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) conocida como conurbano bonaerense (parte de la Provincia se Buenos Aires), sin haber una separación social y/o cultural concreta. Por ende, cuando me refiera a Buenos Aires, entiendo a la CABA y el AMBA en su conjunto.

Hay un gran debate respecto al origen del poblamiento del actual continente americano. Las dataciones más avaladas científicamente van desde los 12 a 14 mil años antes del presente, aunque las mismas van desde la teoría de poblamiento tardío (Clovis), hace 11 mil años que sostienen que el humano habría entrado exclusivamente por el estrecho de Bering (Lynch, 1990), hasta las teorías pre-clovis (Ardila y Politis, 1989; Dillehay, 1997, Neves& Powell 1999, por nombrar algunos),las cuales abren la posibilidad de que el poblamiento de América se habría generado, además de Bering, a través de otros continentes.

En Mesoamérica comenzó entre el siete mil y cinco a. C., mientras que Sudamérica, entre el cuatro mil y tres a. C. (Con, 1988).

5 Centro latinoamericano y caribeño de demografía / Comisión económica para América Latina y el Caribe.

6 Panorama social de América Latina, 2006.

Particularmente desde 1990 hasta principios de esta década, periodo en el cual, cuadriplicándose, emigraron más de dos millones y medio de peruanos (Instituto Nacional de Estadísticas e Informática de Perú, INEI, 2013, p. 15 y 16).

Promediando los censos de 2001 y 2012. 62%en 2001 (Diagnóstico sociodemográfico de los pueblos indígenas de Bolivia de 2001, p. 47) y 41% en 2012 (Instituto Nacional de Estadísticas de Bolivia, 2012, p. 31).

Otavalo es un pueblo del norte de Ecuador. Los otavaleños se hicieron muy conocidos fuera de Ecuador debido a que en la década de los ochenta y noventa del siglo veinte emigraron en un alto volumen hacia Europa y EEUU principalmente. Actualmente, mantienen una dinámica constante de movilidad, siendo posible verlos en muchas ciudades tocando música o vendiendo artesanías en ferias y plazas.

10 En 1985 el presidente Paz Estenssoro firmó el decreto Nº 21060 en provecho de las empresas transnacionales y sus intermediarios nacionales, propiciando entre otras cosas, el cierre de minas con el objeto de frenar la gran inflación que el país experimentaba (Machicado, 2009, p. 1).

11 Con casi la mitad de la población boliviana que radica fuera del país (48%, 345.272) (Censo de Población 2010 de Argentina, 2010, p. 3).

12 Además de un creciente flujo hacia Brasil en los últimos años, principalmente hacia la ciudad de São Paulo (Baeninger, 2012, p. 7 y 16).

13 El 33,1% de los bolivianos se encuentra en el AMBA, mientras que el 22,2% en la CABA, representando el 55,3% del total del país (Censo de Población 2010 de Argentina, 2010, p. 4).

14 Existen tres patrones migratorios que Martínez Pizarro & Villa (2001) identifican para América Latina. 1) Ultramar, conformado por aquellas personas nacidas afuera de la región y que habitan en la misma; 2) Intrarregional, conformado por personas que residen en un país de la región distinto al de su nacimiento; 3) Extrarregional, aquel constituido por los migrantes latinoamericanos que encuentran su destino fuera de la región (casi su totalidad orientada hacia los países ricos).

15 Entre Argentina (48,9%), Brasil (2,9%) y Chile (1,5%) sumarían el 53% (Pereira Morató, 2011, p. 35), aunque en el caso de estos últimos dos países los datos censales manejados por Pereira Morató son de 2001 y 2002 respectivamente, presumiéndose en base a información informal un posible aumento de dichas cifras.

16 33,7% en América del Norte (entre EEUU y Canadá), 30,8% América del Sur, 29,6% en Europa y 4,3% en Asia. El 14% reside en la Argentina (INEI, 2013, p. 28).

17 Buenos Aires (10,7%), seguido de Santiago de Chile (8%) y Madrid (7,7%) (INEI, 2013, p. 29).

18 Se trata de la época conocida como la gran migración europea, donde alrededor de sesenta millones de personas dejaron Europa entre 1820 y 1930, concentrándose el periodo de mayor volumen entre 1870 y 1913 (Sánchez Alonso, 2002, p. 1).

19 Horacio Sabarots (1986, 1992) analiza la identidad étnica de migrantes japoneses instalados en la provincia de Buenos Aires, mientras que Isabel Laumonier (1984, 1987, 1989), quien también se ocupa de la colectividad japonesa en el país, enfatiza una visión histórica de la inserción del grupo así como de los aspectos identitarios de los argentinos descendientes de japoneses que en aquella época decidieron re-migrar por razones laborales a Japón.

20 Particularmente desde el discurso oficial de la década del noventa, donde se evidenciaron tendencias xenófobas y racistas en relación a todos los migrantes de origen latinoamericano argumentándose unsupuesto reciente arribo (Oteiza & Novick, 1998, p. 16). Discurso que actualmente está presente en muchos funcionarios, como los esgrimidos por el gobernador de la ciudad de Buenos Aires Mauricio Macri luego de la toma del Parque Indoamericano en 2010, y los dichos del Secretario de Seguridad de la Nación Sergio Berni, en 2014, nombrado este mismo año vocal para las Américas en Interpol.

21 Qollasuyuoqollasuyo (punto cardinal sur, qolla: sur, suyu: punto cardinal o extremidad) del tawantinsuyu (imperio incaico). http://serindigena.org/index.php/es/biblioteca/diccionarios

Para citar este artículo: Mardones, P.  (2015). Migración internacional y pueblos indígenas. Cruzando variables. Un análisis desde la experiencia con migrantes aymaras-quechuas residentes en Buenos Aires. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales (IV), Pp. 129-141. Recuperado de: https://iberoamericasocial.com/migracion-internacional-y-pueblos-indigenas-cruzando-variables-un-analisis-desde-la-experiencia-con-migrantes-aymaras-quechuas-residentes-en-buenos-aires

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