Movimientos sociales y poder estatalSantiago N. IbarraDescarga
Instituto Superior de Formación Docente N° 144
Ibarrasn@gmail.com

 

 

Movimientos sociales y poder estatal. Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador. ISBN 978-987-00-0986-3.
(2012, Lumen, Buenos Aires)
James Petras y Henry Veltmeyer.

Recibido 27 Abril – Aceptado 9 Mayo

 

De acuerdo a un criterio mayoritario en el campo de las ciencias sociales, la implementación de medidas neoliberales en América Latina consolidaron, en un marco de ajuste estructural del Estado, las desigualdades previamente existentes, expulsando a millones de trabajadores del mercado laboral y la ejecución de paliativos de baja calidad frente a la paulatina perdida de derechos operada por una nociva economía de mercado. En Movimientos Sociales y Poder Estatal, el profesor James Petras retoma el análisis de las demandas democráticas de los movimientos sociales en Sudamérica (Argentina, Ecuador, Brasil y Bolivia), su inserción en prácticas de empoderamiento ciudadano, la influencia sobre el rumbo político de las conducciones estatales y la proyección de un nuevo bloque social de poder capaz de acelerar la reformulación del esquema neoliberal, inequitativo y excluyente por definición.

Recordemos que existe un amplio consenso en el campo de las ciencias sociales sobre los resultados de las promesas de modernización del Estado basadas en la reducción de la emisión monetaria, la reducción del gasto público, la desregulación del mercado y la privatización de los servicios básicos. Resumida la constatación de consecuencias en la experiencia histórica del período 1990-2000, el balance del neoliberalismo en la región  es casi unánimemente reconocido como “década perdida”. La cristalización de las debilidades de los grupos más vulnerables y los gravosos costos sociales desencadenaron la forma más básica y espontánea de expresión colectiva: la manifestación social. Ya en 1847, Marx había señalado respecto de la situación de la clase obrera inglesa que «La dominación del capital ha creado a esta masa una situación común, intereses comunes. […] En la lucha, algunas de cuyas fases hemos señalado, esta masa se reúne, se constituye en clase por sí mismas» (Marx, 2010[1847]: 172)¹.  La pregunta inmediata en el marco latinoamericano es, ¿cómo organizar la resistencia de los sectores subalternos ante las políticas de Estado neoliberales que les condenan a la marginalidad?

Dada su particular atención por las transformaciones del capitalismo en la periferia -y especialmente en América Latina-, Petras revisa los cambios sociopolíticos y encuadres conceptuales del marco neoliberal (“Mal gobierno, buena ‘gobernancia’: sociedad civil contra movimientos sociales”). La idea de “gobernancia”, o prescindencia de los mecanismos de control político asociados al Estado-nación, han sido reiteradamente evaluados por los think thanks más influyentes en la economía mundial, dando lugar a diagnósticos pesimistas sobre la conjunción ente neoliberalismo y cohesión social. Globalización, desregulación y ajuste fiscal resultan ser los elementos que propician el escenario para la intervención de las ONG, siendo las décadas del ochenta y el noventa los períodos de fundación de aproximadamente 37.000 ONG´s, muchas de ellas contratadas por organizaciones internacionales, que reemplazaron el rol de asistencia del Estado y los movimientos sociales. La estrategia no solo sería debilitar la autonomía y empoderamiento de los colectivos organizados demandantes, sino facilitar la cooptación y orientación ideológica a través de organismos donantes como USAID. La implementación de estos “modelos de ayuda”, en su promoción de participación y desarrollo local, culpabilizarían a las comunidades de su propia situación, omitiendo las causas estructurales del problema de la pobreza. Aún peor, al agravamiento de la despolitización de las bases se sumarían las falsas expectativas para aliviar la pobreza a través de fondos escasos y miserables.

El primer estudio de caso de la obra, De la rebelión popular al ‘capitalismo normal’ en Argentina, describe la llegada a la presidencia de Néstor Kirchner, cuyo apoyo a las privatizaciones y sus afirmaciones por lograr un “capitalismo normal” en conjunto con una “burguesía nacional” inspiran el recelo de Petras sobre una verdadera etapa pos neoliberal. Si la elección de Kirchner ha derrotado a la izquierda, estableciendo alianzas transversales que contienen puentes de diálogo con movimientos sociales, el espacio asambleario encuentra su final en la falta de conciencia de clase para lograr el control democrático. Además, la falta de un planteo serio acerca del control estatal y la carencia de una estrategia y una concepción global de sociedad socialista alternativa actuaron contra la iniciativa y consolidación de los movimientos sociales. El potenciamiento de la acción de los movimientos sociales dependería de la ausencia de recursos fiscales y la urgencia de enfrentar problemas estructurales.

En Lula año dos: hacia una profundización del neoliberalismo, se cuestionaba el viraje pragmático de la conducción del presidente brasileño, quién habría desplazado  los apoyos de sectores radicalizados de la izquierda social por el respaldo del poder del capital financiero. La economía brasileña estaba condicionada por el pago de la deuda y los proyectos de la burguesía brasileña, en tanto que los paliativos de la pobreza (que liga el autor a la corrupción y el clientelismo) han sido notablemente insuficientes para limitar la violencia social. Este Brasil de “opulencia en medio de la miseria” coincidió con una etapa de mayor relacionamiento de Lula con los grandes millonarios del Brasil y su desprendimiento de las promesas (y con ello de sus bases) originales. La política de crecimiento económico del Partido de los Trabajadores (PT) implicaba un acuerdo societario entre el gobierno, la elite agroexportadora y el capital financiero frente a las demandas de campesinos, proletarios urbanos y comunidades indígenas. El cambio fundamental del viraje ideológico del PT se debería al ascenso de una nueva dirigencia, reducida a la política electoralista  e institucional cuya referencia sería la clase capitalista. Por tanto, el “aburguesamiento” del PT preveía la paralización de las contradicciones de no mantener la acción directa, situación en que los movimientos clasistas e independientes podrían establecer una nueva orientación para “transformar las bases institucionales del poder del Estado burgués” (p. 112).

El tercer caso revisado, Movimientos sociales y poder del Estado en Ecuador, se refería a la elección del coronel Lucio Gutiérrez en 2003 y las expectativas de cambio social en Ecuador. Se destacaba la importancia de los movimientos sociales, especialmente de la corriente indígeno-campesina CONAIE. La formación de equipos gubernamentales con el funcionario neoliberal, la firma de una Carta de Intención con el Fondo Monetario Internacional, la utilización de un 36 por ciento del presupuesto orientado al pago del servicio de la deuda y el condicionamiento a los dirigentes de las organizaciones en el gobierno eran entendidos como traición, marcaban el fin del apoyo y constituía a los movimientos sociales en oposición. Ante la instrumentación del control social y desarticulación, ya fuera por cooptación o soborno, se sugería que el movimiento popular ecuatoriano  debería confiar en su capacidad de movilización, en el establecimiento de una estrategia a electoral y la constitución de un bloque alternativo contrahegemónico serían fortalezas para la conformación de un polo antineoliberal en una sociedad que exigiría nuevas formas de hacer política ante un modelo distributivo y dirigencial destructivo.

El capítulo al que Petras dedicó mayor extensión, Políticas de ajuste, reforma y revolución en Bolivia, ahonda en la crisis boliviana y la emergencia de las multitudes movilizadas frente al impacto de las políticas neoliberales durante el segundo gobierno de Gonzalo Sánchez de Losada. Con los antecedentes de la fracturada alianza del gremialismo minero y el Movimiento Nacionalista Revolucionario, desde 1971 la irrupción del movimiento katarista marca una dimensión étnica de la lucha de clases. Sería en 1980, con el decreto 20.160 que se iniciaría la implementación de políticas neoliberales con un particularismo boliviano: a las medidas económicas típicas (privatización, modernización agrícola y desregulación), se agregarían fondos de inversión social, programas focalizados y una política de descentralización administrativa y participación popular como medios de pacificación social. A su vez, experiencias como la “Guerra del Agua” (en 2000, contra la privatización del recurso) y la gestación de la crisis de 203 luego de la concesión de Sánchez de Losada de los derechos de exportación de gas a Pacific LNG (consorcio de YPF, British Gs y PanAmerican Energy).

El sistema político tiende a reducir los movimientos sociales al desventajoso terreno de la política electoral, a esperanzar la población con las promesas de los proyectos locales de desarrollo basado en democracia y buena gobernancia, la cooptación de líderes, e incluso la intimidación y tácticas represivas. Ante ello, Petras desconfía del apoyo estratégico del gremialista cocalero Evo Morales al interino Carlos Mesa (posición tendiente, en su aspecto positivo, a evitar la participación política de las fuerzas armadas bolivianas), de la participación en la política electoral y la utilidad de la perspectiva de la política del “no-poder” (Holloway). Pese a la moderación de Evo Morales, Petras avizora la cercanía de una transformación revolucionaria de la política y de la economía de coincidir la unidad de las fuerzas insurgentes y decidir la ruptura con el sistema.

El balance final de la situación de la región se presenta en el capítulo Dinámica del poder político en América latina, donde el autor señala una evidente urgencia de cambios en la estructura de clases y una nueva configuración del poder político. Con las ideas de desarrollo local y la política electoral como trampas desmovilizantes, el Estado neoliberal es asumido como el principal escenario de la lucha de clases una vez que los partidos de masas han optado por convertirse en partidos del sistema.

Varias preguntas se deslizan ante las reflexiones de Petras, quien provisto de deseos de cambios radicales omite recorridas reformistas posibles o indagaciones de mayor profundidad sobre las bases sociales para la transformación estructural, habida cuenta de que la identidad, proclamas y acciones de los movimientos sociales no suelen corresponderse con la opinión pública: cuestiones de forma y criterios estéticos, elementos de diferenciación de clase, intervienen afectando decididamente sobre los sectores medios asalariados, evidenciando una pérdida real de la solidaridad social. ¿Ha sido acaso la fuerza colectiva organizada la explicación de los triunfos electorales? ¿Qué relaciones pueden establecerse entre las perspectivas partidarias y las demandas de los movimientos sociales para interpelar a la sociedad? ¿Puede la representación política guiar los rumbos socializantes previstos frente a las condiciones que fuerzan involuntariamente la continuidad de un Estado capitalista? ¿Qué desafíos corresponden a los movimientos sociales una vez obtenido el mando del Estado? Y sobre este último punto,  ¿cómo lograr la definición de una propuesta redistributiva alternativa a un patrón de acumulación neoliberal que interviene facilitando el crecimiento económico, aún bajo el desempleo y el daño ambiental? ¿De qué manera modificar un patrón de acumulación basada en la concentración y  distribución centralizada de recursos?

Una falta importante de la edición presente es la ausencia de un prólogo que actualice y sujete a nuevas valoraciones los datos expuestos, debido a que el mapa político regional y el marco internacional han cambiado el contexto de desenvolvimiento de los hechos. Aun así, el libro de Petras continúa interpelando a una ciudadanía latinoamericana sobre la exigencia de un modelo sustentable de distribución equitativa de los ingresos, la confluencia entre políticas de desarrollo surgidas de un acuerdo étnico nacional (y/o plurinacional), la implementación de medidas de transparencia y control ciudadanos sobre toda actividad con incidencia en el bienestar público, el consenso social unánime contra la desregulación de la economía y la búsqueda de un modelo local de crecimiento e, incluso, la búsqueda de un socialismo que, sin reproducir la experiencia soviética, se funde en un mundo comunitario caracterizado por las relaciones de redistribución, reciprocidad y complementariedad, orientados por un poder que nace desde abajo.

Referencias

Petras, J., Veltmeyer, H. (2012) Movimientos sociales y poder estatal. Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador. Buenos Aires: Lumen. ISBN 978-987-00-0986-3.

Notas

¹ Marx, K, (2010). Miseria de la filosofía. Caseros: Gradifco.

Para citar este artículo: Ibarra, S. (2015). “Desde el pie”. La resistencia de los sectores subalternos y el nuevo marco regional. [Reseña] Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales (IV), pp. Pp. 211-214. Recuperado de: https://iberoamericasocial.com/desde-el-pie-la-resistencia-de-los-sectores-subalternos-y-el-nuevo-marco-regional

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