
Mi corazón late todavía lo suficientemente fuerte como para seguir combatiendo a la sociedad política de hoy en día en sus entrañas junto con todos aquellos individuos, grupos e instituciones que han establecido un compromiso histórico con el capital. En esta lucha estoy destinado a encontrarme con extraños sujetos de todo tipo y condición, incluso con aquellos que denominan a sí mismos como «corporaciones” (término absurdo resultado de una decisión tomada en 1886 por la Corte Suprema contra el Ferrocarril del Pacífico Sur en el Condado de Santa Clara). Esta ridiculez de la personalidad corporativa es el producto de la integración profunda en la sociedad del modo capitalista de producción, que ha permitido a las empresas adquirir la condición de […]